Todo comienza con una conversación con un ayuntamiento, centro educativo, asociación, empresa, estudio o particular. Hablamos de lo que se quiere conseguir: poner en valor la historia del lugar, dignificar un espacio degradado, trabajar con jóvenes, reforzar una marca o simplemente regalarle arte a una fachada que lo pide a gritos.

Observo la arquitectura, el entorno, los usos del espacio, la luz a distintas horas, el tránsito de personas, los colores del entorno y los referentes culturales e históricos. Con todo eso preparo un concepto visual y una propuesta de mural que no sea un pegote, sino algo que “se queda a vivir” en el sitio, formando parte del presente y del futuro y de la vida de las gentes del lugar.

Trabajo bocetos sobre fotografías reales del muro (mockups) y, tras los ajustes con el cliente, cierro el diseño definitivo. En pared respeto tiempos, seguridad y entorno: organizo bien los trabajos, minimizo molestias, coordino accesos, protejo mobiliario urbano y dejo el espacio limpio. Explicar y compartir el proceso con la gente que se acerca forma parte del trabajo.

Una vez terminado el mural, documento la obra con foto y vídeo y, si el cliente lo desea, preparo material listo para redes sociales, medios y archivo. El objetivo es que el mural no solo exista en el muro, sino también en la memoria y en la comunicación del proyecto. Y por supuesto lo incluyo en mi portfolio para mostralo ante futuros encargos.